viernes, 10 de junio de 2011

Sueños de guerra


Son las 5:30 am después de mucho tiempo de estar tendido en la cama, tratando de recortar todos los detalles que me eran posibles de lo que había soñado, aun con el mismo sentimiento de miedo, el corazón acelerado, casi sin poder respirar, en la absoluta negrura de mi habitación, abrí la cortina junto a mi cama esperando encontrar un rayo de luz que me confirmara que ya no estaba en el infierno, mientras oía a lo lejos el estallar de la pólvora, que retumbaba en mi cabeza como si fueran explosiones de granadas, bombas y metralletas;  al fin me incorpore, y a tientas busque la luz, y con qué alegría todo volvió a ser claro ante mis ojos, mire al reloj y eran las 5:30 am, prendí el computador,  mi gata maullaba tras la puerta, al saber que me había levantado ya, abrí la puerta, me acaricio las piernas con el  cuerpo,  fui al baño aun viendo en mi mente pequeños fragmentos, pequeñas imágenes tan reales como lo que veía en este preciso instante,  luego me dirigí a la cocina buscando algo frio que beber,  tenía tanta sed como si hubiera corrido por kilómetros , serví la comida que mis gatos demandaban, revise que el cachorro, el único sobreviviente de la camada, a quien jocosamente decidí llamar Azrael, estuviera en su cama y volví a mi cuarto, esperando poder recordarlo todo a la hora de escribirlo, volví a mirar el reloj son las 4:35 am… parece que hoy siendo 31 de diciembre el tiempo quiere jugar conmigo…

Era un día normal como cualquier otro, salía de mi trabajo, llovía a cantaros, caminaba por el pueblo bajo una sombrilla negra, fui al centro con ganas de comprarme un saco para el invierno, después de todo era navidad y a pesar de estar en desacuerdo con el consumismo, me había ido bien en el negocio y tenía algo de dinero para gastarlo en mi;  encontré una tienda de ropa, se encontraba en un segundo piso, al subir me di cuenta de que ya todos habían barrido con lo que tenían, el dueño me decía que se había quedado sin mercancía, que si deseaba podía ver lo poco que quedaba, aunque algo extraño paso por mi cabeza y se me erizo la piel al ver los maniquíes desvestidos, al parecer personas mutiladas, no le di importancia y seguí observando, hubo un saco que me intereso…

(Lo siento tuve que levantarme y revisar que sucedía, al parecer mis gatos peleaban y le bufaban a  algo que esta fuera de la casa, posiblemente uno de los tantos gatos que hay en el barrio, aunque la vibra esta pesada, no parece ser una buena noche para escribir, posiblemente sea algo más que un gato… puse una de mis botas militares en la puerta, para que no entre tanto frio pero que puedan pasar los gatos, para que me vengan a acompañar…)

…. Pero este saco no estaba en stock,  el que había era su versión para dama, uno de los ayudantes de la tienda le decía al dueño, que en ese momento atendía a una joven; que en su moto había uno para hombre, pero el dueño iracundo se negaba a salir, yo no podía entender su ira, después de todo ya casi no llovía, además la lluvia jamás ha matado a nadie, resignado salí de la tienda, pero a mitad de las escaleras recordé haber dejado mi sombrilla en el piso, me devolví, y le di el último vistazo a este hombre iracundo y angustiado sin motivo aparente, como iba yo a imaginar lo que vendría después… Ni modos, no sería hoy un día para ir de compras.
  
 Salí de la tienda, abrí de nuevo mi sombrilla, le di una vuelta al pueblo y me dirigí a mi hotel, bueno en realidad era una casa gigante donde vivían mis abuelos y algunos inquilinos, yo decidí pagarles también arriendo para tener algo más de privacidad, dormía en el último piso, tenía algunas ventanas sucias, piso de madera, era una casa muy vieja, de esas que la gente dice que habla a media noche cuando todos duermen, yo me estaba cambiando la ropa mojada, ni siquiera me tome la molestia de prender la luz, pues algo se alcanzaba a ver atreves de las ventanas, de repente vi pasar una luz por la ventana, como la de helicópteros, pero no oía a ninguno… y la alarma roja se encendió, mis ojos se abrieron, esa alarma solo suena cuanto entramos en …., pero un instante después se volvió a apagar, mientras uno de los ayudantes de mi abuela le gritaba al conserje que la volviera a encender , yo me precipitaba por las escaleras, ya era de mañana, no lo podía creer, acaso realmente estábamos en …., se sentía el caos en el aire y la angustia de la gente, al bajar note que la puerta blanca  de metal estaba abierta, mi abuela gritaba reclamando porque carajos estaba abierta, yo sabía lo que significaba eso, solo era que estuviera así, paraqué en cualquier momento entraran las tropas a matarnos a todos, yo era el único que podía bajar a cerrarla, asustado seguí bajando hasta el primer piso dónde la puerta estaba frente a las escaleras, me oculte detrás de ella y pude ver a un ejército armado hasta los dientes, con fusiles, granadas, lanzacohetes y carro tanques, a los que llamábamos guerrilleros, que por lo visto no parecía una guerrilla sino un ejército extranjero dispuesto a invadirnos.

Antes de que se dieran cuenta que estaba allí cerré la puerta de golpe y subí corriendo por las escaleras de cemento y baldosa antigua, y al llegar al segundo piso me tire al suelo al escuchar las ráfagas de metralleta dirigidas hacia la casa. Ya se empezaba a sentir la angustia que invade las almas cuando saben que pronto su cuerpo ha de morir… había otras escaleras que bajaban nuevamente pero daban al patio de la casa, allí me dirigí, se podía oír a la tropa pasar por la calle y rodear la casa que era esquinera, mi abuela estaba con uno de mis primos, la puerta trasera que era de madera pintada de café, también estaba abierta, pero al irla a cerrar mi primo que para ese entonces debería tener unos 15 años, moreno y de contextura delgada, salió de la casa corriendo… queriendo ver que sucedía, corrió detrás de la tropa que por fortuna para él no lo vio, yo salí corriendo detrás de él, doblo la próxima esquina, fue delante de la bomba de gasolina, junto al rio y al puente que pude alcanzarlo agarrándolo por los brazos, diciéndole ¡ imbécil, no se da cuenta que estamos en …  un operativo militar… sígame! … mientras lo agarraba fuertemente de la mano, y lo hacía pasar por una reja grande y de un blanco curtido por el oxido… mientras me decía a mí mismo,… operativo militar… no esto no era un simple operativo… estamos en Guerra!...

Luego volví corriendo a la carretera para rodear la cuadra y volver a cerrar la puerta de atrás de la casa,  antes de llegar a la esquina vi a lo lejos a toda la gente haciéndome señas para que parara, para que me devolviera porque venía otra tropa y ya estaban encima mío, trate de parar como pude, pero caí al piso por el polvo y las piedras que había, como pude me levanté, corrí nuevamente a la reja, no podía llegar hasta dónde había dejado a mi primo, era muy lejos y si me veían de seguro no lo contaría, tenía que saltar una reja de casi 3 metros con alambrado arriba, aun tenia las medias en mis manos, las puse entre mis bóxers, lo último que quería era quedarme enredado ahí, y en ese preciso momento… salte, trepe la reja y caí al otro lado, seguí corriendo aun estaba muy lejos, tenía que seguir corriendo, era un potrero empinado, a uno de los costados había una cancha de baloncesto enrejada y un hombre se quedo mirándome fijamente, de seguro trabajaba para la guerrilla y les iba a informar de mi paradero, pero no podía detenerme, la muerte me pisaba los talones y el aire estaba electrizante y con un  olor a mortecina, faltaba lo último, un barranco tan empinado que debía subirlo arrastrándome, mientras me aferraba con las uñas al pasto y la tierra para no caerme, mi corazón latía a mil por hora, no podía respirar, y sentía como en cualquier momento las balas de los fusiles atravesarían mi cuerpo, seguí corriendo y llegue hasta la reja de un conjunto detrás del patio de la casa, dónde me esperaban mi abuela y mis primos, al verme llegar arrancaron un pedazo de la reja negra para que yo pudiera entrar, como pude me metí, ya estaba a salvo, al menos por hoy.  Al estar adentro casi muerto, acostado sobre el pedazo de reja, sudando mas por el miedo que me produjo la muerte al acariciarme la espalda, que por todo lo que había corrido, musitando débilmente decía, me morí.. Me morí… estoy muerto… mientras desfallecía…

Fue así como desperté en la absoluta negrura de mi habitación, acostado boca arriba, con las piernas dobladas, el corazón en la garganta, sin poder respirar, con la planta de los pies y las yemas de mis manos palpitando, esperando ver la luz y no seguir en ese infierno…


No hay comentarios:

Publicar un comentario