martes, 1 de noviembre de 2011

A un cuarto del amanecer


A un cuarto del amanecer, estoy cansado pero sin sueño,  el resto de mi noche la he pasado leyendo entre líneas, buscando una respuesta que sustente  el universo en el que vivo, hastiado de no encontrar nada o de solo encontrar lo que me temía, sigo esperando el día en el que la verdad ilumine mi mente aunque la oscuridad opaque todo el resto.

Una vez más vuelvo a sentir la necesidad de escribir… ¿Escribir qué? No lo sé, solo escribir, dejar que la catarsis fluya por mis dedos y en tinta roja como la sangre manche el blanco papel, tal vez así, aunque sin respuestas, pueda calmar mi alma solo una noche más.

Después de ver la luna sonreír literalmente hace unas cuantas horas, parce que la lúgubre noche se comiera al cielo, la densa niebla es tan espesa como el humo de mi cigarrillo y el frio se cuela entre mis venas hasta retorcer  mis huesos. Es una noche muerta, una noche como no la había visto hace más de mil lunas y yo solo espero que al otro lado de la penumbra, alguien permanezca  vivo.

A veces las prioridades se entremezclan,
A veces los mensajes se dislocan,
A veces la verdad se desvanece,
A veces crees tocar el cielo sin darte cuenta que cada vez te acercas mas al infierno…

¿Y qué hay de nuevo en el averno?
El mismo árbol muerto,
Las mismas almas perdidas y torturadas,
El mismo olor a azufre y agonía,
Parece que desangrar tus propias heridas ya no es tan divertido, como cuando tú lo hacías…

¿Y qué hay del libre albedrio?
Parece que en esa búsqueda por la libertad, llega un momento en el que anclas tu cuerpo y este se hunde en lo más profundo del mar…

Y en cada bocanada, parezco adormecer mis demonios, dejando escapar las últimas palabras justo cuando la magia se va y la musa se ha de escapar…