A un cuarto
del amanecer, estoy cansado pero sin sueño,
el resto de mi noche la he pasado leyendo entre líneas, buscando una
respuesta que sustente el universo en el
que vivo, hastiado de no encontrar nada o de solo encontrar lo que me temía,
sigo esperando el día en el que la verdad ilumine mi mente aunque la oscuridad
opaque todo el resto.
Una vez más
vuelvo a sentir la necesidad de escribir… ¿Escribir qué? No lo sé, solo
escribir, dejar que la catarsis fluya por mis dedos y en tinta roja como la
sangre manche el blanco papel, tal vez así, aunque sin respuestas, pueda calmar
mi alma solo una noche más.
Después de
ver la luna sonreír literalmente hace unas cuantas horas, parce que la lúgubre noche
se comiera al cielo, la densa niebla es tan espesa como el humo de mi
cigarrillo y el frio se cuela entre mis venas hasta retorcer mis huesos. Es una noche muerta, una noche
como no la había visto hace más de mil lunas y yo solo espero que al otro lado
de la penumbra, alguien permanezca vivo.
A veces las
prioridades se entremezclan,
A veces los
mensajes se dislocan,
A veces la verdad
se desvanece,
A veces
crees tocar el cielo sin darte cuenta que cada vez te acercas mas al infierno…
¿Y qué hay
de nuevo en el averno?
El mismo árbol
muerto,
Las mismas almas
perdidas y torturadas,
El mismo
olor a azufre y agonía,
Parece que
desangrar tus propias heridas ya no es tan divertido, como cuando tú lo hacías…
¿Y qué hay
del libre albedrio?
Parece que
en esa búsqueda por la libertad, llega un momento en el que anclas tu cuerpo y este se hunde en lo más profundo del mar…
Y en cada
bocanada, parezco adormecer mis demonios, dejando escapar las últimas palabras
justo cuando la magia se va y la musa se ha de escapar…